31 jul 2012

Juan y Manuel

- Cuando Juan me mira veo en sus ojos el tiempo compartido de la calma, de la espera sosegada de un futuro por descubrir. Descubrí su mirada entre el humo del tabaco y las luces parpadeantes, entre las vibraciones de la música y el ir y venir de la gente danzando al ritmo que cada cuerpo interpreta de forma diferente. Nuestros ojos se buscaban inmóviles esperando esos espacios vacíos de los huecos de una carretera de línea discontinua.
- Cuando Manuel me mira veo en sus ojos la prontitud de un deseo ardiente por vaciar. Una espera retenida buscando la oportunidad propicia para que el asalto del instinto tenga éxito. Descubrí su mirada entre el humo del tabaco y las luces parpadeantes, entre las vibraciones de la música y el ir y venir de la gente danzando al ritmo que cada cuerpo interpreta de forma diferente. Nuestros ojos se buscaban inmóviles esperando esos espacios vacíos de los huecos de una carretera de línea discontinua.
- Cuando Juan me mira veo en sus ojos, recorriendo mi cuerpo, la visión de un contacto sereno y sentido. Donde las temperaturas se acomodan formando un mismo clima. Donde los tactos se entrelazan hablando de pasados por descubrir. Donde los olores, ya propios y mezclados, se reconocen como uno. Descubrí su mirada, recorriendo mi cuerpo, cuando dejamos aquella humareda de luces y vibraciones, cuando los cuerpos danzantes quedaron atrás y la línea discontinua se difuminó mostrando un camino limpio por recorrer.
- Cuando Manuel me mira veo en sus ojos, recorriendo mi cuerpo, la visión de un contacto incontenible, donde las temperaturas chocan fundiéndose en una ebullición incontrolada. Donde los tactos se hunden recorriéndose como si fuesen a escapar. Donde los olores, ya intuidos, son devorados por el cuerpo. Descubrí su mirada, recorriendo mi cuerpo, cuando dejamos aquella humareda de luces y vibraciones, cuando los cuerpos danzantes quedaron atrás y la línea discontinua se difuminó mostrando un camino limpio por recorrer.
- Cuando Juan me mira veo en sus ojos, tumbados ya en la cama, el dejarse mecer en un tiempo parado y a disposición de la vida. Veo sus ojos seguir el tacto de sus manos recorriendo, como un simple roce si cabe, la tierra deseada. Veo sus ojos cerrados inhalando y susurrando una unión atemporal y cálida. Veo sus ojos que me miran mientras me besa y me degusta en un recorrido casi infinito. Descubrí su mirada, tumbados ya en la cama, mientras oía el segundero del viejo reloj que marcaba un tiempo para nosotros parado.
- Cuando Manuel me mira veo en sus ojos, tumbados ya en la cama, el asalto imparable en la conquista de lo que consideró ganado. Veo sus ojos seguir el tacto de sus manos ávidas recorriendo con ansia e ímpetu las tierras conquistadas. Veo sus ojos cerrados absorbiendo y deglutiendo entre gruñidos amortiguados, una unión violenta y tórrida. Veo sus ojos que me miran mientras me devora a besos engulléndome en un recorrido casi infinito. Descubrí su mirada, tumbados ya en la cama, mientras oía el segundero del viejo reloj que marcaba un tiempo para nosotros parado.

Sin saber bien la razón, crucé con la mirada la densa niebla de humo del tabaco. Esquivando los destellos de las luces, sostenía con la mente los pálpitos del corazón azuzados por las vibraciones de la música. Entre el ir y venir de los danzantes, buscaba de forma intuitiva su presencia. Vi en su mirada la certeza de un compromiso. Pasó un danzante. Vi en su mirada el deseo apasionado. Pasó un danzante y le perdí de vista. Noté su mano cogiendo la mía. Un intenso calor se fundió con el mío. Pasó un danzante. Su mano cálida casi quemaba la mía. La tomó con fuerza, con decisión, sin miramientos. Pasó el último danzante que dejamos atrás, con los otros, junto a la niebla de tabaco, los destellos de luz y las vibraciones de la música. Mientras, notaba su mirada recorriendo mi cuerpo. Sentía la dulzura del sosiego y la ebriedad de una pasión desbocada. Tumbados ya en la cama veo en sus ojos un respeto dulce que contiene al impulso lascivo de su deseo. Luego sus ojos siguen el tacto de sus manos que recorren acariciando mi cuerpo y que, poco a poco, aumenta de presión hundiendo sus carnes en las mías. Vuelve una calma tenue y cierra los ojos. Su nariz pegada a mi piel inhala cada poro de esta. Recorre mis muslos y mis ingles como si de azahar se tratase. Sigue ahora por el vientre hundiendo su nariz y aumentando su velocidad. El esternón, los pechos y el cuello. Justo ahí, detrás de la oreja, se detuvo, y con los ojos abiertos, mirando a los míos, me besa con dulzura deshaciendo el camino. Besos etéreos en el cuello, inquietos en los pechos, con ansia en el vientre, voraz en el sexo. Descubrí su mirada, tumbados ya en la cama, mientras oía el segundero del viejo reloj que marcaba un tiempo para nosotros parado.   
Así conocí a Juan Manuel, entre humos, luces, vibraciones y gente. Me cautivó esa forma suya de mirar. Tan pronto dulce y serena como tórrida y violenta. Y fue su profesión de relojero y su promesa de poder parar el tiempo, lo que me hizo abrirle la puerta de mi casa. Y tras ella yo y mi cuerpo.

6 comentarios:

  1. Bárbaro. Sugerente, evocador.
    Cerrar los ojos dejando entrar en la casa, como se deja entrar en el cuerpo.
    Tus sentidos en marcha, abiertos, parando los relojes, parando el espacio y las paredes en su órbita gravitatoria de un planeta que ya no existe.

    La mirada, esos ojos, que acaban revelando alma.

    Un abrazo fuerte, te miro, y en el abrazo cerrado se detienen los segundos en unos juegos malabares de letras, de fonemas, de luz que me llega a través de tus palabras.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Albada, debes perdonar mi retraso en la respuesta. Tu siempre puntual visita me anima a seguir. Ahora solo me falta el tiempo :)
      Un besote entre humos, luces, miradas y sentidos.
      Gracias

      Eliminar
  2. Genial! una historia fantástica y fascinante, con ganas de llegar al final para descubrir que besos son los detienen el tiempo y aceleran el ritmo cardíaco, con mas deseo. Pero la pirueta final es estupenda.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todos somos un poco Juan Manuel, con nuestro lado racional y el animal (mejor dicho instintivo). Muchas gracias por tu lectura y comentario Alfred. Otro abrazo para ti

      Eliminar
  3. ¡Grande Cormorán! Creo que deberías empezar a plantearte el publicar algo impreso, si es que no lo has hecho ya. Tienes calidad, clase y un estilo propio, y tus historias cuentan historias universales muy bien contadas.
    Creo que deberías empezar a plantearte...

    Salú amigo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi buen amigo Inopio. Te agradezco tus ánimos, de hecho, algo he empezado a escribir con ese propósito pero a largo plazo, no por falta de ganas e idéas, si no por falta de tiempo. Empecé hace un par de semanas o tres y llevo un par de cuartillas de una libreta de un curso de UGT. Escrito en la clandestinidad de la noche. A mano. Luego me costará otro tanto pasarlo al ordenador, pero en el fondo soy un poco "romanticón", toda una desgracia.
      Gracias por tu paso, un abrazo siempre sentido

      Eliminar