La bala, en la sien. Sin tocar la piel siquiera. Cómo un apéndice de tu cuerpo, inerte, etérea. Es parte de la última tecnología. La llevas desde los 6 a los 30 años como educadora del pensamiento. Si hay un desvío, surge una descarga en proporción para su corrección. Luego, a los 30, se activa, para que, llegado el caso, te ejecute. Muchos han caído, pero la vida ha mejorado desde entonces, y los que cuestionaron su utilidad, ya no están entre nosotros.
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