Fotografías y relatos. Buceando en el interior a través de la fotografía. Buceando en la fotografía para emerger con nuestro interior.
5 may 2012
Un nuevo mundo, una nueva vida
El planeta azul era más azul que nunca. El cambio climático derritió los polos inundando la mayor parte de la tierra firme. La supervivencia existía en inmensas embarcaciones a modo de islas flotantes donde se cultivaba y criaba lo imprescindible para la supervivencia. El control del número de habitantes se hacía básico.
En el extremo de la proa de la vieja nave se situaban las elegidas. Esto sucedía de forma natural desde mucho tiempo atrás, tanto que ya nadie lo recordaba.
La selección era determinada de forma desconocida, pero todos sabían que estaba vinculada a la edad.
Allí esperaban pacientes y calmas alguna señal, sin saber su destino pero con la intuición del mismo. Su extinción.
Durante el tiempo de espera recorrían hurgando en los recuerdos los momentos más felices, aquellos que hicieron que el vivir mereciese la pena. El exiguo tiempo que les restaba no permitía oscuros pasajes.
Algo surgió del mar firme y lentamente. El sonido al emerger hizo que giraran su vista hacia ello. Los recuerdos desaparecieron borrados de sus mentes y regresándolas a su presente, a su desconocido fin. Confiaban en un final acolchado, suave y olvidadizo. En un dejarse llevar, en un mareo tranquilo y sosegado.
El sol caía y con el la calidez de la brisa. El frío invadía sus cuerpos y sobre todo su ser. El miedo crecía y se apoderaba vertiginosamente de sus mentes y con el de sus cuerpos. Sus movimientos ahora agitados y convulsos hacían de la búsqueda de una salida una misión imposible. Acatar su destino no formaba parte de su naturaleza.
Frente a ellas se mostraba un inmenso faro crecido desde el abismo, ahora inmóvil y chorreante, empapado del agua salina de la profundidad más oscura. De piedra gastada y erosionada en infinidad de pequeñas formas que por la distancia no eran capaces de distinguir. Pero seguían avanzando con una carencia cansina, casi dejándose llevar hacia el.
Sus cuerpos dejaron de temblar colapsados por la enormidad que se mostraba frente a ellas. Algas, cabos y viejas redes decoraban su contorno. Restos de grandes vigas de madera parecían clavados como arpones. Un torrente de aire calido sacudió sus caras y las obligó, por un momento, a cerrar sus ojos. Era la respiración misma del faro, la señal que la hora había llegado.
Aquellas formas que antes no distinguían se mostraban claras y precisas. Rostros y cuerpos humanos esculpidos en roca. Rostros y cuerpos humanos de corta edad, de bebés, de recién nacidos.
Un estallido como el de un trueno recorrió la atmósfera. Tras el, surgió una grieta que recorría el faro verticalmente en toda su longitud. Una bruma negra y densa brotaba de aquella grieta dirigiéndose hacia ellas de forma casi imperceptible pero continua.
Tres de aquellas figuras de roca de bebé se desprendieron del faro perdiéndose en la negra bruma. Ya no se veían pero intuían de su proximidad, de su encuentro.
La bruma llegó hasta ellas. Allí se detuvo al mismo tiempo que su respiración. Trataban de ver algo, buscando a aquellos recién nacidos, pero el miedo les impedía tratar de tocar esa negrura. Expectantes y atemorizadas unieron sus manos a modo de despedida, se miraron unas a otras sabiendo que aquello llegaba a su fin. Se sonrieron con cariño, con la ternura de quienes lo habían compartido todo durante una vida.
Frente a ellas, casi al alcance de sus manos, se mostraron como flotando aquellos bebés, tres niñas preciosas en las que creyeron reconocerse. Con aquella visión desaparecieron los miedos, los temores, las dudas. Abandonaron la nave hundiéndose en la bruma pero sostenidas por la misma. Cada una de ellas tomo a uno de aquellos bebés. El instinto guió la elección con una precisión asombrosa. Con ellos en el regazo sintieron un amor hasta entonces desconocido y una paz y armonía que las liberaba de su ser.
Retrocedieron los escasos metros que las habían separado de la nave. Besaron con una fuerte inspiración a aquellas niñas impregnándose de su olor. Un olor lejano en el tiempo, en la memoria, pero nunca olvidado. Las dejaron sobre la cubierta de la nave y una vez más, cogidas de las manos, se hundieron en la bruma. Esta vez para desaparecer, para nunca volver.
La bruma retornó al interior del faro, la grieta, con otro estruendo, se cerró, y acto seguido, con la misma decisión y firmeza, volvió a sumergirse en aquel abismo.
Tras las ondas dejadas por la inmersión, surgió la calma, rota tras unos segundos por el llanto de unos bebés. Era la señal para los habitantes de la nave. Un grupo de mujeres salió a recibirlos. Los acogieron entre sus brazos y regresaron al interior de la nave. El ciclo se había cumplido.
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Evitar la extinción, a través del recambio de mujer por niña. La misma savia, la misma sangre, el retomar de la propia vida, con su expectativa de futuras nuevas renovaciones y recambios de vida.
ResponderEliminarEl escenario, brumoso, post apocalíptico, me ha hechizado. Por tu narrativa y porque tras la renovación, como un parto cualquiera, el aire de nuevo huele a limpio, a comienzo, a un soleado día en la gran madre azul, la mar.
Una preciosidad.
Un abrazo.
Tu lo has dicho todo, con esa gran madre que es La Mar. Además, mi futuro es femenino. Aunque no explícitamente, todos los personajes son mujeres. Es la única forma que lo concibo, como esperanza de la raza :)
EliminarUn besote Albada. Me alegro mogollón que te guste.
Cormorán, gran e ingeniosa idea, que daría para una buena novela. Te animo a ello. Un abrazo
ResponderEliminarEso son palabras mayores :) qué más quisiera, tendría, primero, que aprender mucho. Por el momento disfruto de esto y, sobre todo, de vuestros blogs y en tu caso novela.
EliminarSabes que espero la segunda con ansia.
Un abrazo Gabrielpalafox.
Te comenté, pero no se publicó, según veo.
ResponderEliminarHe vuelto a leerte.
Me he vuelto a enganchar y sigo pensando en las mujeres, que en su lucha por sobrevivir en una época post apocalíptica, se reciclan una y otra vez.
En el final, el escenario plácido del mar me ha gustado tras la oscuridad del texto.
La mar, la gran madre no se cansa de dar vida.
Un abrazo
Este segundo comentario me ha entrado como spam, no se el motivo.
EliminarEl primero, como todos, no se publican automáticamente. Tengo que administrarlos. He de buscar como hacer para cambiar eso y que se publiquen solos.
Un besote Albada
En un momento nos trazas el devenir de la regeneración de la especie, surgida entre brumas en un mar apocalíptico,pero con un canto a la esperanza.
ResponderEliminarUn saludo.
Dicen que es lo último que se pierde, no? Yo muchas veces lo dudo, croe que en la desesperanza tambien hay vida y futuro. De otro modo y color, claro.
ResponderEliminarUn abrazo Alfred
Qué bonita historia, de ciclos vitales, como la vida misma, aunque nazca de una catástrofe natural(o no tan natural)
ResponderEliminarUn saludo desde mi mar,
Los mares Yashira, la fuente de la vida. Muchas gracias por tu visita a esta casa tuya. Una casa flotante mecida por las olas que soy vosotr@s, los que la visitais.
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